lunes, 16 de enero de 2012

blas infante

" Sierra de Ronda. Mi pueblo está allí, en
el extremo levante de una vertiente meridional,
anidado como un aguilucho sobre lo alto de un
avanzado peñón, mirando de frente eternamente
los escarpes de África, sobre el Estrecho,
percibiendo en su costado el alentar del mar interior
que muge dulcemente durante los días de calma
y que brama revolviéndolo turbio
cuando siente su lomo azotado.
El paraje que lo circuanda es un mundo de rocas partidas
y de gargantas hondas, de aguas ariscas
y de grietas fértiles.
Mi pueblo, por su casco (de este modo lo llaman
sus habitantes), se asienta milenariamente
sobre el nido atalaya de una alta peña de la Serranía
como un aguilucho inmovilizado
a quien el viento sigiloso arranca y esparce el plumaje
mirando de frente con ojos nostálgicos más allá del Arroyo Grande,
que dijo Abuberk, al Estrecho de Tarifa,
las rutas de piedras afiladas como puñales
por las que fueron a la emigración nuestros hermanos,
los desterrados moriscos. [...]"